Novak Djokovic ha vuelto a su vida feliz y su forma de juego está regresando. Su esposa salió a defenderlo y criticó a quienes le habían dado la espalda antes: “Cuando él estaba caído, todos le dieron la espalda, pero ahora…”
Después de meses de dudas, críticas y rumores que empañaron su carrera, Novak Djokovic ha comenzado a brillar una vez más. El exnúmero uno del mundo ha demostrado en sus últimas actuaciones que su fuego competitivo sigue ardiendo y que, lejos de rendirse, está más decidido que nunca a recuperar su trono en el tenis mundial. Sin embargo, su resurgimiento no ha pasado desapercibido para su círculo más íntimo, especialmente para su esposa, Jelena Djokovic, quien decidió romper el silencio y defender públicamente a su marido con unas palabras que han causado gran revuelo.
“Cuando él estaba caído, cuando sufría en silencio, cuando el mundo dudaba de él, todos le dieron la espalda. Lo llamaban acabado, lo descartaban como si fuera un capítulo cerrado. Pero ahora que está de regreso, todos vuelven como si nada hubiera pasado”, expresó Jelena con firmeza durante una breve entrevista con medios serbios tras el último partido triunfante de Novak en Roma.
Las palabras de Jelena no solo reflejan el dolor de ver a su esposo atravesar momentos oscuros, sino también la fuerza que los ha mantenido unidos frente a las tormentas. Durante el último año, Djokovic enfrentó lesiones, salidas tempranas de torneos, y un torbellino de críticas en redes sociales. Su estilo de juego parecía apagado, su energía ausente, y muchos comenzaron a cuestionar si su era había llegado a su fin.
Pero lo que muchos no sabían era que, detrás de escena, Djokovic estaba trabajando incansablemente. Físicamente, mentalmente, y espiritualmente, el campeón serbio estaba reconstruyéndose pieza por pieza. Los entrenamientos se volvieron más intensos, las sesiones de recuperación más largas, y su círculo de confianza más cerrado. Fue un proceso silencioso, alejado de los reflectores, motivado no por la fama, sino por el amor al deporte y el deseo de demostrar, principalmente a sí mismo, que aún tenía más que ofrecer.
“Lo que la gente olvida es que Novak es un ser humano, no una máquina”, continuó Jelena. “Tiene emociones, sufre, duda, pero también lucha, se levanta, y sigue adelante. Lo más fácil habría sido rendirse, pero no está en su naturaleza.”
Los últimos partidos en el circuito europeo de arcilla han sido testimonio de ese renacer. Djokovic ha recuperado la agilidad que lo caracteriza, su servicio vuelve a ser letal, y su enfoque mental parece inquebrantable. En Roma, derrotó a dos top 10 consecutivos sin perder un solo set, y su sonrisa al final del partido lo dijo todo: estaba de vuelta.
El público, que alguna vez lo cuestionó, ahora lo ovaciona de pie. Pero para Jelena, ese apoyo, aunque bienvenido, llega con un sabor agridulce. “No olvidamos quién estuvo cuando más lo necesitábamos. Los verdaderos fans, los que no se dejaron llevar por los titulares, fueron los que nos sostuvieron.”
La relación entre Novak y Jelena ha sido un pilar fundamental en su carrera. Casados desde 2014 y padres de dos hijos, han enfrentado juntos los altibajos del estrellato. Y aunque rara vez Jelena hace declaraciones públicas sobre temas personales, esta vez sintió la necesidad de hablar, no solo como esposa, sino como testigo cercana del dolor y la lucha silenciosa de un campeón que nunca dejó de creer en sí mismo.
Hoy, Djokovic no solo ha recuperado su nivel, sino que ha demostrado una vez más por qué es uno de los más grandes de todos los tiempos. Y lo ha hecho sin alardes, sin buscar venganza, pero sí con una lección poderosa: la grandeza no se mide por los títulos, sino por la capacidad de levantarse cuando todo parece perdido.
Mientras el mundo del tenis vuelve a aplaudir a Novak, su historia reciente sirve como recordatorio de lo efímero del éxito y lo fácil que es olvidar. Pero para quienes lo conocen de verdad, su regreso no es una sorpresa, sino una confirmación de lo que siempre ha sido: un guerrero incansable, un campeón con alma, y un hombre que, pase lo que pase, nunca camina solo.