PARÍS – Roland Garros 2025 no solo es escenario de épicas batallas de raquetas, sino también de emociones reales e inesperadas. Los protagonistas de un momento conmovedor e inolvidable fueron Gael Monfils , un ícono del tenis francés, y Jannik Sinner , el joven prodigio italiano que está conquistando el mundo.
Durante una entrevista tras uno de sus partidos, Monfils sorprendió a todos con una declaración llena de respeto y cariño hacia Sinner:
«Merece ser querido. Apoyémoslo. Aunque no sea francés, su corazón es puro. Y hoy el tenis necesita jugadores como él».
Estas palabras, pronunciadas en pleno corazón de París, tuvieron un efecto perturbador. El público de Roland Garros, históricamente muy nacionalista y no siempre amable con los oponentes de los atletas locales, reaccionó con una ovación de pie ante el gesto deportivo de Monfils. Pero la reacción más conmovedora provino del propio Sinner.
Durante el calentamiento para su próximo partido, el joven sudtirolés recibió cálidos aplausos y gritos de aliento del público francés. Visiblemente conmovido, Sinner lloró hasta las lágrimas y les dio las gracias con un simple pero elocuente gesto de la mano hacia la grada.
En una época en la que el tenis mundial suele estar polarizado entre una afición feroz y una rivalidad acalorada, el mensaje de Monfils ha servido como puente entre culturas y naciones . Ya no se trata solo de banderas, sino de reconocer el valor humano y deportivo de los atletas.
La empatía mostrada por Monfils ha generado un gran revuelo en redes sociales. El hashtag #SupportSinner se viralizó de inmediato en Francia e Italia, recibiendo mensajes de cariño y ánimo de miles de fans. Algunos usuarios escribieron:
«Monfils dijo lo que muchos pensábamos: Sinner es un ejemplo. ¡Bravo, Gael!».
Con leyendas como Nadal y Djokovic acercándose al final de sus carreras, el tenis mundial busca nuevos íconos. Jannik Sinner, con su talento cristalino, su humildad y ahora también con el inesperado apoyo del público extranjero , se está convirtiendo cada vez más en un rostro limpio y auténtico de esta nueva generación.
Monfils, con un solo gesto, cambió la narrativa de todo un torneo. Y quizás, sin darse cuenta, dejó un legado aún más preciado que su carrera: una lección de respeto, humanidad y auténtico espíritu deportivo.